La razón es que marzo fue un mes muy complicado para la familia Hayder-Vera, en la que nos tocó enfrentar varios momento difíciles. El peor de todos, por mucho, fue que le tuvimos que decir adiós a Camila, que para nosotros fue parte fundamental de la familia.
Sabíamos que ya estaba vieja y que no podíamos esperar que viviera eternamente, pero aún así fue muy difícil despedirnos. Parece que fue ayer cuando la recogimos lastimada de la banqueta... y no les voy a contar su historia completa porque ya lo hice hace unos meses, pero fueron muchos años juntos, compartiendo la vida y acumulando historias con ella y Chema.
En la foto de abajo, por ejemplo, Camila posa desde la ventana de la cabaña que les construyó el Güero. Es una cabaña super solida, segura y calientita porque tiene integrado un calentador para que no les diera frío en el invierno (las ventajas de tener un marido arquitecto). Seguramente es la única casa de perros con calentador en México, la deberíamos patentar.
Por supuesto siempre estuvo acompañada y cuidada por Chema. Cuando llegó Chema era super chiquito y Camila lo podía revolcar, pero eso le duró poco a la pobre! Siempre se quisieron como hermanos.
En este par de fotos, se nota la diferencia entre cuando era joven y sus últimos años de vieja, en los que prefería estar tirada en una hamaca a andar persiguiendo perros incautos:
En esta foto se ve bien fea porque sale con papada, pero ésta era su posición favorita, panza arriba, haciendo el pato:
Mi perra estaba firmemente convencida de que si se hacía bolita y no se movía, se hacía invisible y nadie la iba a ver subida en el sillón (que lo tenía prohibido). En esta foto está poniendo a prueba sus poderes:
Me tocó ir a México para despedirme de ella por última vez. Los últimos dos días le di todo el cariño que pude y la consentí absurdamente: Chema y yo la llevamos al bosque aunque ya no podía caminar y la tuve que cargar gran parte del camino, le di de comer TODAS las golosinas que quiso, le compré un filete rib-eye y pechugas de pollo, le compré su pan favorita (orejas cubiertas de chocolate y nueces, como su papá) y la abracé hasta que se hartó de mí.
Se fue en su cama, abrazada por mi y Chema. Se fue en paz y mientras le recordaba todo lo que la queríamos y todo lo que nos había hecho sufrir con sus travesuras. Aunque la muerte se dedicó a perseguirla por todas partes desde que era joven (en las peleas de perro, en la banqueta donde la atropellaron, en el árbol en el que se atoró cuando intentó volar y otras mil veces que nos metió sustos), se fue como le prometí que se iba a ir, vieja y acompañada por mí.
Adiós mi perro viejo, cuidanos mucho.
Precioso y sentido comentario. Todos los que la conocimos la quisimos mucho mucho mucho. Ojalá y todos los dueños de perros los quisieran
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