Desde antes de mudarnos, muchos de nuestros
amigos nos pusieron en contacto con amigos y conocidos que tenían en Londres.
Una vez que llegamos acá, empezamos a conocer a estos amigos-de-amigos, que en
su mayoría son mexicanos que llevan relativamente poco tiempo por acá.
Generalmente, primero te pones en contacto con estas personas mediante Facebook
o mail, y ya luego quedas de verlos para tomar un café o para comer.
Como dice un amigo, estos encuentros son muy
parecidos a una cita a ciegas. En este caso no buscas al amor de tu vida, pero
buscas a algunos amigos que entiendan tu shock cultural, que te den tips y con
quienes compartir aventuras por acá. No son los mismos nervios que en una
primera cita, pero igual te arreglas para dar tu mejor impresión. Como no conoces a la persona,
llegas al lugar donde quedaron de verse buscando a alguien que parezca “tipo mexicano”.
Te le quedas viendo a desconocidos, esperando que alguno responda tu mirada y
entonces te acercas a preguntar en español “¿Eres fulano de tal?”. Casi siempre
le atinas, pero a veces el desconocido se te queda viendo raro y sin entender
ni en qué idioma le hablaste.
Ya que lo encuentras, viene una serie de
preguntas casi de cajón:
- ¿A qué te dedicas?/ ¿Qué haces por acá?
- ¿Cuándo llegaste?/ ¿Cuánto tiempo te quedarás?
- ¿Por dónde están viviendo y qué tan difícil estuvo conseguir casa?
A veces, estas citas terminan en buenas
relaciones, en otros casos no hubo nada de química y no vuelves a ver a esta
persona. Los dos quedan en llamarse o mandarse un mail, pero en el fondo ambos
saben que eso nunca sucederá. Lo peor es explicarle al amigo que te lo presentó,
porque no has vuelto a ver a su amigo del alma o a su primo. En el peor de los
casos, alguno de los dos si sintió química pero el otro no, y las invitaciones
a sus siguientes eventos, son respondidas con excusas como “estoy muy ocupado”,
“ya tenía otro plan” o el clásico “tengo visita de México”.
El viernes pasado fuimos a la culminación de
este tipo de citas: una fiesta entre puros mexicanos que no se conocían. Muy
similar a esas fiestas en las que cada asistente tiene que llevar a un amigo
soltero para presentárselo a sus demás amigos a ver si surge romance.
Nos juntamos como 7 parejas que solo conocían a
otra de las personas en la fiesta. Todos eran profesionistas más o menos de
nuestra edad (treintones), algunos llevan mucho tiempo en Londres, otros apenas
llegaron. Estuvo interesante y hubo varias personas que nos cayeron bien,
aunque solo nos dio tiempo de cruzar las preguntas básicas con cada uno e
intercambiar celulares.
A las 12.15 todo el mundo salió disparado hacia
el metro porque lo cierran a las 12.30 y si no lo alcanzas a tomar, te ves
obligado a tomar bus (hay rutas nocturnas, pero no tantas) o taxi, el cual
cuesta lo mismo que una buena cena, así que todos los eventos terminan a la
12.15. Aunque Adam insiste que nosotros vivimos en los suburbios (terco!), la
verdad es que tenemos suerte porque hay 3 buses que pasan frente a la
casa, pero no hay mucho a que quedarse en una reunión después de que todos los
demás invitados huyen.
A ver qué tal nos va con estos nuevos
conocidos, espero que cuando los invitemos a comer no nos digan que “su prima
Chonita está de visita desde México y no pueden”.

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