En Londres, como en toda Europa, no hay
espacio. Todos viven amontonados y la gente es muy creativa para encontrar
lugares donde vivir: Iglesias viejas, estaciones de bombero, sótanos, un
barco sobre un canal y hasta un huequito en un techo, pueden servir de casa.
Por eso es común que la gente comparta casa y viven hasta 4-5 desconocidos en
un departamento de 3 recamaras y un baño.
Los
departamentos son miniatura, los muebles son chicos (como versiones
reducidas de nuestros grandes muebles mexicanos) y hasta los electrodomésticos
son tamaño mini. Por ejemplo, aquí el tamaño regular de un refrigerador es el
de un mini bar en México e incluso me ha tocado ver unas máquinas lava-trastes
que son del tamaño de un horno de microondas grande!
Nadie se da
el lujo de tener todo un cuarto para lavar, así que las lavadoras y secadoras están en el baño o generalmente en la cocina. En mi casa, la
lavadora de ropa está en la cocina, junto a la lavadora de trastes. Ya sé, muy
raro.
Esta fórmula
se repite en restaurantes y negocios, las sillas y mesas son más chicas que en
México y hay muy poco espacio entre las mesas. Así que finalmente te
acostumbras a tener más cerca al de la mesa de a lado, que a la persona que
tienes en frente, con la que estás comiendo.
En el metro
y los buses todo mundo va super amontonado. No empujan como en
México, pero a la gente no le molesta ir ensandwichado entre otras dos personas
dentro de un vagón de metro. Se les hace práctica normal y a mí me da
claustrofobia.
A pesar de
todo esto, nadie hace contacto visual en la calle! Todos los londinenses (que
según yo, hay más extranjeros que ingleses en esta ciudad) jamás intercambian
una mirada ni mucho menos una sonrisa con la persona de junto, aunque esta
persona esté aplastado contra el/ella. Yo me niego a aceptar esta costumbre y
cada vez que saludo al conductor del bus cuando pago o cruzo la mirada con la gente en la
calle, creen que estoy loca. Como si alguien que da señales de ser amigable fuera peligrosa.
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| Camila y Chema paseando |
Y bueno,
cuando veo a alguien paseando a un pitt bull que se parezca a Camila, no puedo evitar sonreír y los pobres dueños creen que estoy a punto de robarme
a sus mascotas adoradas. Por mí, me pararía a acariciar a cada perro que me
cruzo, pero seguro el dueño llamaría a la policía!!
Londinenses raros!

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